Compré este libro en octubre de 2019 con
motivo de la presentación de otro libro relacionado con las Asambleas de
Hermanos sobre la vida del matrimonio misionero formado por Ernesto y Gertrudis
Trenchard. Aprovechando que estaba el autor, Pablo Wickham, me atreví a pedirle
que me lo dedicara, algo que hizo con mucho placer ya que recordaba el tiempo
que había pasado con mi familia en sus visitas a Linares. Me decía en la
dedicatoria que esperaba que este libro me sirviera de ayuda y orientación en
mi andar con el Señor y mi servicio en su iglesia, siempre para la gloria de
Dios. El tiempo dirá si su deseo se hace realidad, yo por mi parte he leído dos
veces el libro y me he identificado bastante con el autor en sus conclusiones.
Ante la disyuntiva de “renovarse o morir”, la
respuesta esperada sería elegir renovarse pero cuando esta disyuntiva se
presenta delante del movimiento eclesial en el cual he nacido, me he criado y
he pertenecido hasta ahora, oigo más voces que o bien dicen “morir” o
simplemente no dicen nada porque no ven la necesidad de ni siquiera tener que
plantearse la pregunta, y como si de un viaje en avión se tratara, el piloto
automático se encarga de seguir la marcha. He notado que muchas asambleas se
sienten satisfechas con tener una reunión semanal de oración programada y un
culto dominical que incluya la participación en la mesa del Señor y la
predicación. Sin embargo, si somos creyentes 24 horas al día, 7 días a la
semana, esta concepción de iglesia se me queda muy corta.
Pablo Wickham nos hace un recorrido histórico
de cómo comenzó el movimiento de las Asambleas (en los años 20-30 del siglo
XIX) y no esconde como ya al principio se produjo la primera división (he visto
muchas entre las Asambleas como si ese ADN también formara parte de las
iglesias que han ido surgiendo) entre los que se llamaron Hermanos Cerrados y
Hermanos Abiertos.
La primera parte se titula: “Recordando con gratitud nuestras raíces”,
creo que el autor es conocedor que muchas de las conclusiones le van a traer
tanto detractores como personas que le apoyarán pero quiere decirlo todo desde
la gratitud a aquellos que comenzaron este Movimiento.
El autor sumariza los principios distintivos
del Movimiento de los Hermanos Abiertos:
- La centralidad de la
Cena del Señor.
- La sola Escritura.
“La Palabra de Dios es nuestra única norma de fe y conducta” recuerdo escuchar
desde mi niñez.
- La iglesia local
compuesta solo de creyentes.
- La devoción total a
Cristo.
- El sacerdocio
universal de todos los creyentes.
- La libertad del
Espíritu Santo.
- El supremo imperativo
de la predicación del Evangelio y la obra misionera.
- La total dependencia
de Dios para cubrir todas las necesidades financieras de la Obra, tanto las
personales como las comunitarias.
- La esperanza del
pronto retorno del Señor.
La segunda parte
lleva por título “Reflexionando con
honestidad sobre nuestro presente” (reconociendo errores y reevaluando
aciertos).
Entre los errores
reconoce no haber sabido diferenciar entre lo fundamental y lo que es
contextual, no haber buscado ni mantenido una mayor comunión con otros hermanos
en la fe, una excesiva independencia entre las iglesias locales, un peso y
poder de los líderes locales excesivo y suspicacia exagerada para organizar o
planificar relaciones entre iglesias para ciertos fines.
La tercera parte
lleva por título: “Renovando con
esperanza nuestra visión” (del presente al futuro), donde se hace un
análisis de lo que significa la renovación y cómo conseguirla. Se hace un
llamamiento a hacer un esfuerzo en dos direcciones: hacia la Biblia y hacia la
sociedad para conocer de cerca sus problemas y explicar el remedio por la
aplicación de la Palabra.
Menciona 10
implicaciones que esta renovación conllevará, entre las que destaco: un mayor
compromiso en oración, la formación de líderes más jóvenes, un mayor compromiso
con la evangelización y la obra misionera, la fundación de nuevas iglesias, un
mayor compromiso social y la última que de forma literal expresa “un mayor
compromiso para reconocer que no podemos seguir con las normas de la sociedad
anglosajona del siglo XIX en cuanto al rol público de las mujeres”.
El libro termina con
un capítulo extra dedicado a los líderes titulado “La tarea pastoral hoy” y con apéndice con preguntas para reflexión
o coloquio en grupos.
Termino con la
reflexión de la contraportada: “… la pregunta es si la mayoría de nuestras
congregaciones realmente desean cambiar o, si deseándolo, están dispuestas a
darle la alta prioridad que merece”.
La disyuntiva continúa: “Renovarse o morir”.
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