miércoles, 23 de julio de 2014

"Avívanos, Señor": reflexiones sobre el avivamiento. (I parte)




Mirando entre los libros de mis padres me topé con un título que llamó mi atención: "Avívanos, Señor" (publicado en 2003). Se trata de una serie de reflexiones coordinadas por Juan Gili y Pedro Gelabert y que toman como base un antiguo himno de mismo título:

Avívanos, Señor,
Sintamos el poder
Del Santo Espíritu de Dios
En todo nuestro ser.

CORO
Avívanos, Señor
Con nueva bendición;
Inflama el fuego de tu amor
En cada corazón.

Avívanos, Señor,
Tenemos sed de Ti,
Las lluvias de tu bendición
Derrama ahora aquí.

Avívanos, Señor,
Despierta más amor,
Más celo y fe en tu pueblo aquí
En bien del pecador.

(Compositor William H. Doane, letra original Albert Midiane,
traducido por Enrique Turral)
 
El libro tiene principalmente 5 partes: el prólogo y el epílogo está redactado por los coordinadores del libro y basan su meditación en la primera y última estrofa del himno. Luego diferentes creyentes de la geografía española (tanto hombres como mujeres, entre los que puedo destacar a Federico Aparisi, Jaime Fernández, José Grau, Ana Maria Huck Vangioni, Cesca Planagumá, Samuel Pérez Millos...) comentan el coro y la segunda estrofa. Un apartado muy interesante y enriquecedor es el titulado "La carga por avivamiento" donde el historiador Bernard Coster nos habla sobre la historia de los avivamientos.

La finalidad del libro queda clara desde el principio: "despertar el interés de los creyentes cristianos de prepararse espiritualmente y pedirle a Dios que nos envíe un avivamiento espiritual". Gran finalidad que podemos desear hoy, 11 años después, ya que poco avivamiento espiritual vemos a nuestro alrededor en nuestra querida España...

Pero ¿en qué consiste nuestro anhelo de avivamiento...? Se pregunta Bernard Coster, y comparto su respuesta: "... deseamos experimentar en nuestros propios días el poder del evangelio, que es poder de Dios para salvación (Rom 1:6), un despertar auténtico y profundo de los creyentes, una regeneración de la iglesia por una obra milagrosa del Espíritu Santo, que le permita estar a la altura de los desafíos de la época postcristiana, para que sepa llevar a Cristo a mujeres y hombres de nuestro tiempo, para repartir el consuelo del Evangelio, enseñando en instruyendo a un pueblo perdido y confuso a vivir en santidad y en temor del Señor."

 
(continuará)

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