domingo, 12 de diciembre de 2010

El hombre que lloró...

Este domingo siguiendo la serie “Sumario de la Biblia” estuve compartiendo con los adolescentes de la iglesia sobre el profeta Jeremías, que es conocido como “el profeta que llora”. Jeremías lloró por muchas razones: por el mensaje que tenía que decir (que el pueblo iba a ser llevado cautivo y Jerusalén destruída...), por ser acusado de traidor y sufrir en “su cuerpo” numerosas vejaciones, pero sobre todo por ver cómo no había arrepentimiento en el que debía ser “pueblo de Dios”. Las palabras de Dios que Jeremías tiene que decir al pueblo siguen teniendo una actualidad asombrosa: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.” (Jer 2:13). Porque así seguimos hoy... buscando “otras fuentes” para saciar nuestra sed espiritual: placer, dinero, relaciones, seguridad...
Mientras pensaba en estas cosas recordé un libro que leí en mi juventud titulado: “Jeremías sacerdote y profeta” del escritor inglés F. B. Meyer. Busqué en mi librería y allí estaba aunque lo compré y leí en el año 1.988. La lectura de este libro me hizo conocer mucho más al profeta y su mensaje y lo más importante me enseñó grandes verdades espirituales.
El autor, F. B. Meyer (1847-1929) escribió más de 70 libros, algunos de los cuales fueron traducidos al español (tiene una serie de biografías bíblicas que están muy bien). Y me ha dado alegría saber que apoyó la obra evangélica en España, concretamente de la Misión Evangélica Española del misionero P. Buffard, ya que gracias a esta misión algunos de mis amigos (de Valdepeñas y alrededores) son hoy creyentes.

Aquí comparto algunas (pocas) de las frases que tengo subrayadas en este libro:

“... te basta ser lo que Dios deseaba que fueras y ser siempre lo mejor que puedas”
“Está seguro de que, sean cuales fueren tus pesares y aflicciones en esta hora, Dios ha permitido que vengan para proporcionarte una oportunidad de prepararte para los días futuros. No te desanimes o corras de la batalla, ni seas infiel en las cosas pequeñas. No digas que no puedes soportarlo. Sí, puedes hacerlo.”
“Habla con Dios acerca de cada detalle de tu vida, diciéndole todo, y hallando las millares de necesidades del alma satisfechas en él.”
“En los detalles de nuestra vida se ve lo que somos real y esencialmente”
“Para todos los valles hay montañas, para todas las profundidades hay alturas; para todas las horas de medianoches hay amaneceres...”
Y este otro párrafo ha venido a mi mente y corazón muchas veces a lo largo de estos años:
“Quédate donde estás hasta que Dios tan evidentemente te llame a otra parte como te ha puesto donde estás... Echa sobre él la responsabilidad de indicarte un cambio cuando sea necesario para que sigas desarrollándote. Entre tanto escudriña el corazón de cada circunstancia para ver su mensaje, lección, o disciplina especiales...”

No hay comentarios: