jueves, 27 de enero de 2022

“Victoria sobre la oscuridad” de Neil T. Anderson

 


Como parte del 2º Curso sobre Consejería Bíblica que imparte la “Asociación Bernabé de Consejeros Cristianos” he tenido que leer el libro “Victoria sobre la oscuridad” del Dr. Neil T. Anderson, fundador de “Libertad en Cristo” (ahora presidente emérito). Un libro que se escribió hace más de 20 años pero que sigue distribuyéndose ya que su mensaje no ha perdido actualidad: descubrir quienes somos en Cristo y vivir de acuerdo a esta realidad.

El autor comienza explicando que como cristianos tenemos la responsabilidad de lograr la madurez y la libertad que Cristo entrega. Define la madurez como el resultado del tiempo, la fuerza, la aflicción, las dificultades, el conocer la Palabra de Dios y el comprender quién somos en realmente en Cristo.

La comprensión de quien es Dios y quién soy yo en relación con Él será el fundamento más importante para nuestra estructura de creencias y marcará los patrones de nuestro comportamiento como cristianos.

Podemos elegir orar o no orar, leer nuestra Biblia o no leerla, asistir a la iglesia o no asistir, es decir, podemos elegir andar en la carne o en el Espíritu. Muchos cristianos no llevan una vida libre y productiva porque no comprenden quiénes son ni qué hacen aquí.

No es lo que haces como cristiano lo que determina quién eres; lo que eres determina lo que haces. No estamos tratando de ser hijos de Dios, porque ya lo somos; estamos tratando de ser semejantes a Cristo.

Uno no sirve a Dios para ganar su aceptación; ya somos aceptados y, por eso, servimos. Tampoco seguimos a Dios para ser amados, como ya somos amados le seguimos.

Sobre el crecimiento en nuestra vida cristiana el autor señala que cada año deberíamos ser capaces de decir: “Ahora soy más amante, apacible, gozoso, paciente, amable y gentil que lo era el año pasado”; y si no podemos decir eso, es que no estamos creciendo. La causa de esta falta de crecimiento puede ser la ignorancia, la falta de arrepentimiento y de fe en Dios o los conflictos no resueltos.

Explica cómo los mandamientos de Dios no son restrictivos sino que protegen. Nuestra verdadera libertad estaría en la capacidad de decidir vivir responsablemente dentro de las directrices protectoras que Dios ha establecido para nuestra vida.

Por nuestra parte tenemos el privilegio de plantar y regar, pero Dios da el crecimiento, aunque si no plantamos y regamos, nada crece.

Nuestro llamado real es llegar a ser agentes de cambio en el mundo.

La realización es descubrir nuestro carácter único en Cristo y usar nuestros dones y talentos en la edificación de otros y para glorificar al Señor.

Una frase que me ha gustado mucho es “No somos llamados a disipar las tinieblas; se nos llama a encender la luz”.

Uno de los mejores capítulos del libro para mí ha sido el dedicado al tema del perdón. Sobre él dice que perdonar es lo que nos libera del pasado. Por lo tanto lo que se gana con el perdón es la libertad. No sanas para perdonar. Perdonas para sanar. Perdonar es dejar en libertad al cautivo y luego entender que tú mismo eras el cautivo. No perdonas a los demás para el bien de ellos; lo haces por tu bien.

En cuanto a las relaciones cada uno de nosotros somos responsables de nuestro propio carácter y a la vez somos responsables de satisfacer las necesidades del otro. El autor se pregunta: “¿Qué clase de familias e iglesias tendríamos si todos asumiéramos la responsabilidad de nuestro carácter y tratáramos de satisfacer las necesidades de aquellos con quienes vivimos?”

Sobre el discipulado comenta que el eslabón perdido normalmente es la interacción. Define el discipulado como un ministerio intensamente personal entre dos o más personas que se ayudan mutuamente a tener la experiencia de una relación creciente con Dios.

La primera meta del discipulado es ayudar al discípulo a estar firmemente arraigado en Cristo. Las circunstancias externas no determinan lo que son, cómo andan ni lo que llegarán a ser. Sólo Dios y nuestra respuesta a Él lo determinan.

La segunda meta del discipulado es aceptar la meta de la santificación puesta por Dios y crecer en la semejanza de Cristo.

La tercera meta del discipulado es ayudar a otros a actuar como cristianos en su hogar, en sus trabajos y en la sociedad.

 

Recomiendo la lectura de este libro, te ayudará a vivir de acuerdo al versículo lema: “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32)



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