En nuestra lectura
semanal del libro de los Salmos (compuesto por 150 poesías) llegamos a dos
salmos (el 32 y el 51) que tienen en común el tema del arrepentimiento ante una
falta cometida. El proceso es el mismo: arrepentimiento, confesión (a Dios) y
recibir el perdón, el gozo y la paz que conlleva el sentirse y saberse
perdonado y "limpio" del pecado.
Como vemos es un
cambio de "adentro hacia afuera", al contrario de lo que muchas veces
pretendemos: cambiar nuestra conducta exterior para sentirnos en paz con
nosotros mismos y con Dios.
El salmista David
lo tuvo claro, él podía ofrecer todos los sacrificios de animales que quisiera
(era el rey) y así "externamente" (o ritualmente) ya habría cumplido
el requisito aparente para que su pecado fuera perdonado pero sin embargo dice:
"el sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no
desprecias al corazón quebrantado y arrepentido" (Sal 51:17)
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